Esa
tensión entre forma y contenido es la que justifica la irresistible
fascinación que el cuadro ha ejercido sobre escritores y artistas.
Críticos, eruditos, poetas, autores teatrales y filósofos, han intentado
llegar a su esencia buscando una explicación definitiva de su
significado. Actualmente no existe una respuesta completa ni segura a
los enigmas que el cuadro ofrece.
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En el centro del primer plano se encuentra la infanta Margarita María,
atendida por dos damas de honor o meninas: la de la izquierda es María
Agustina Sarmiento, quien ofrece agua a la Infanta en una jarrita de
barro, la del otro lado es Isabel de Velasco. En el ángulo derecho están
los enanos Mari Bárbola y Nicolás Pertusato. El plano medio lo ocupan
doña Marcela de Ulloa, señora de honor, y un guardadamas sin
identificar. Tras ellos, en la puerta abierta, está José Nieto,
aposentador de la reina. Al lado izquierdo está Velázquez. En la pared
del fondo, reflejados en el espejo, están los reyes Felipe IV y Mariana
de Austria.
Nadie se pone de acuerdo sobre qué hacen las figuras y por qué razón se
ha formado el grupo. En el inventario de 1666, el cuadro se titula “Su alteza la Emperatriz con sus damas y un enano”. En 1734 se le menciona como “La familia del rey Felipe IV”. En 1843 recibió en nombre de “Las Meninas” cuando Pedro de Madrazo lo incluyó así en el catálogo del Museo del Prado.
Una intención muy especial
A
finales del siglo XIX el cuadro se interpretaba como una pintura de
género de inigualable espontaneidad y verosimilitud, es decir, como una
instantánea de la vida de palacio captada por un agudo observador y
comparable a una fotografía. En 1949 Charles Tolnay publicó un artículo
en el que ofrecía una lectura de Las Meninas como alegoría de
la creación artística, donde el pintor ha puesto especial énfasis en
plasmar el proceso espiritual y subjetivo de la creación artística. Esta
vía de interpretación es la que ahora se sigue, pero insistiendo en la
importancia que se da al status social del arte de la pintura.
La
acción se desarrolla del modo siguiente. La Infanta ha venido a ver
trabajar al artista y, en algún momento, ha pedido agua que ahora le
ofrece la dama arrodillada de la izquierda. En el momento en que ésta le
acerca a la princesa una pequeña jarra, el rey y la reina entran en la
habitación, reflejándose en el espejo de la pared del fondo. Una a una,
aunque no simultáneamente, las personas congregadas comienzan a
reaccionar ante la presencia real. La dama de honor de la derecha, que
ha sido la primera en verlos, comienza a hacer la reverencia. Velázquez
ha notado también su aparición y detiene su trabajo con un gesto como si
fuera a dejar la paleta y el pincel. Mari Bárbola también acaba de
percatarse de la presencia de los reyes pero todavía no ha tenido tiempo
de reaccionar. La princesa, que ha estado viendo cómo Nicolás Pertusato
jugaba con el perro, mira de repente hacia la izquierda, en dirección a
sus padres, aunque su cabeza aún está vuelta en dirección al enano.
Esta es la razón del extraño efecto de dislocación entre la posición de
la cabeza y la dirección de su mirada. Finalmente, Isabel de Velasco,
ocupada en servir agua a la princesa, no se ha dado cuenta de la
presencia de los monarcas. Lo mismo le ocurre a la dama de honor, en
conversación momentánea con el guardadamas, el cual, por su parte, sí
acaba de percatarse.