Los seres anónimos se abren paso en la historia aunque el misterio de sus vidas se perpetúe hasta la eternidad. Imposible conocer la identidad del tallador del primer cuchillo que empleó la especie, del burócrata que inventó la escritura para facilitarse la vida o del mochica que convirtió una vasija de arcilla en una obra de arte. Ellos trasvasaron su gloria personal al objeto. Son las cosas fabricadas por seres anónimos desde que la especie adquirió su marchamo actual las que hablan de sus congéneres, de sus costumbres, de sus creencias o de sus ritos. Y delatan con similar entusiasmo aspectos de la vida en un palacio chino o en una mina boliviana.